Cada poema es un zapato,
y cada segundo zapato es un poema.
Hay un poema que te lleva más lejos que un zapato.
Hay poemas de impacto y recreación,
uno que te hace doler el dedo gordo,
y, en principio,
uno no debería probarse un poema si no es suyo.
Hay haikus de verano,
largos poemas de invierno
y los de otoño estropeados por una sola lluvia.
Los más jóvenes lucen grandes poemas
que, de a poco,
terminan encogiéndose algo más,
y los adultos no amarran torniquetes a los poemas.
Los nuevos poemas crujen,
los antiguos se quedan en silencio.
Hay un poema para huir,
otro poema que te lleva a casa
y un poema que debes quitarte antes de entrar
para calzarte suave, rítmicamente, en superficie
otro poema totalmente diferente.
Para poner a prueba un poema no sirve quemar cuero,
tan solo pararte en una calle y declarar: “estoy perdido”.
_Traducido por Marisa Martínez Pérsico